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LOS CINCO IMPEDIMENTOS: LA PEREZA Y APATÍA

Continuamos enfocando los 5 obstáculos para el desarrollo de la conciencia (Ayya Khema «Siendo nadie yendo a ninguna parte») en nuestro grupo de meditación semanal.

En cuanto al tercer obstáculo, la PEREZA Y APATÍA, la mayoría de nostros/as hemos tropezado con ellas a la hora de meditar. Se presenta cuando la mente no está ni dormida ni despierta (en una zona intermedia, no hay concentración). Se manifiesta también como una desmotivación hacia la práctica o una rebeldía contra la misma; otra de sus presentaciones es la clásica somnolencia.

La meditación necesita energía y aunque al principio no suele ser placentera, cuando la mente comprende lo que estamos haciendo, se convierte en algo fascinante (observar los estados mentales surgiendo y desapareciendo).

El cansancio se produce porque la mente está constantemente tratando de hacer algo diferente en lugar de permanecer atenta y presente (suele estar juzgando, distrayéndose, huyendo…). Cuando la mente está concentrada y enfocada consigue al fin descansar.

El deseo de meditar debe nacer de una motivación interna, sólo así surgirá energía para poder hacerlo.

¿CUÁL ES TU MOTIVACIÓN? Revisar esta motivación te ayudará con el obstáculo de la pereza (al que Fernando Savater llamó «congelamiento de la voluntad»)

Algunas sugerencias para afrontar el sueño que aparece durante la meditación:

–Estar descansado/a cuando te sientes a meditar

–Hacer ejercicios físicos suaves

–Mantener los ojos abiertos, hacer meditación caminando, en acción

Cambiar el objeto de meditación (en lugar de la respiración, usar objetos visuales, sonoros…)

–No forzarte a meditar si estás muy cansado/a!

CUENTO: «EL DESAFÍO»

Ésta es una parábola antigua… Y debe ser muy antigua porque en aquellos días Dios acostumbraba a vivir en la tierra.

Un día, un viejo campesino fue a verle y le dijo: «Mira Dios, tú habrás creado el mundo, pero debo decirte que no eres campesino y no sabes de agricultura; por tanto tienes algo que aprender.«

Dios respondió: «Está bien. ¿cuál es tu consejo?»

Dijo el campesino: «Estoy cansado, dame un año y deja que las cosas se hagan como yo quiero; verás que la pobreza no existirá jamás«

Dios aceptó y le concedió un año. Naturalmente, el campesino pidió lo mejor: Que no hubiera tormentas, ni vientos, ni peligros para los granos de trigo. Todo era confortable y cómodo; el campesino descansaba y el trigo crecía altísimo. Cuando quería había sol, cuando quería lluvia ahí llegaba… y así durante todo un año.

Pasado ese tiempo el campesino fue a ver a Dios y le dijo: «¿Ves? Si la gente no trabaja en 10 años, aún así habrá trigo suficiente para todos»

Ambos recogieron los granos y cual fue la sorpresa del campesino al ver que ¡ estaban vacíos! Sorprendido preguntó a Dios: «¿Qué pasó? ¿cuál fue el error?»

Dios dijo: «Como no hubo desafío, no hubo conflicto ni dificultad, como evitaste el esfuerzo y todo lo que creías que era malo, el trigo se volvió impotente. Un poco de lucha es imprescindible. Las tormentas, los truenos, el viento… son necesarios porque sacuden el alma del trigo. La noche es tan necesaria como el día, y el trabajo como el descanso. Entiende este secreto y recibirás toda la riqueza de la vida»

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