Uno de los frutos que recibimos con la práctica de la MEDITACIÓN es que rompemos con las expectativas de la mente.
Cuando uno se sienta a meditar, muchas veces espera relajarse, encontrar un estado agradable,armonioso… Entonces cierra los ojos y siente confusión, inestabilidad, dolores corporales… Hablamos en el grupo de meditación de que uno/a se encuentra justamente con lo que hay dentro de sí mismo/a. Y es de eso de lo que huímos constantemente en nuestro día a día. Y para poder escapar de eso que ocurre dentro de nosotros, tenemos que recibir muchos estímulos, estar muy ocupados, activos, entretenidos… Y en ese loco movimiento que nos lleva a veces a enfermarnos para poder parar es donde muchas veces estamos, incluso convirtiéndolo en una forma de vida.
La mente sólo quiere lo agradable, elige lo que le gusta y rechaza lo que no le gusta. Es un mecanismo automático, no está bajo tu control a no ser que lo hagas consciente. Y esto que parece sin importancia, tiene grandes consecuencias en tu manera de vivir y estar contigo mismo/a. Continuamente tu mente juzgará y rechazará aquello que no «le guste» (alguna palabra que dijiste o acto que cometiste, partes de tí mismo que no te agradan y de otros, circunstancias vitales como procesos de duelo o crisis…). Es entonces como vivir compartimentado, a medias, aceptando sólo la mitad de la vida, medio vivir.
Entonces, ¿qué pasa con lo que queda en la sombra? Puedes creer que desaparece que si no miras no está o creer que tienes la capacidad de eliminarlo. Pero todo aquello sigue contigo y muchas veces es lo que encuentras cuando te sientas en silencio a mirar hacia dentro (como en la meditación). Por eso piensa… si quieres la vida entera, si eliges aprender a aceptarlo todo, a respirarlo todo (de ti y de la vida)
CUENTO: LA ROSA Y EL SAPO
Había una vez una rosa roja muy bella, era tan hermosa que se sentía de maravilla al saber que era la más preciosa de todo el jardín. Sin embargo, cuando miraba a su alrededor se daba cuenta de que la gente pasaba y la miraba desde lejos. Nadie se acercaba a apreciar su belleza. Preguntándose por qué ocurría esto, comenzó a mirar a su alrededor y vio un sapo, era grande y oscuro, y se dijo «claro es tan feo que aleja a las personas». Indignada, le dijo que se fuera inmediatamente y el sapo muy obediente dijo:
-Está bien, si así lo quieres me iré.
Pasó el tiempo y un día el sapo decidió volver a pasar por donde estaba la rosa. Mirando, le pareció no reconocerla tan sorprendido que estaba con lo que vió: La rosa estaba totalmente marchita, sin hojas, sólo quedaba un pétalo. Entonces le preguntó:
-No pareces la misma, ¿qué pasó con tu belleza?
La rosa contestó:
-Es que, desde que te fuiste, las hormigas me han comido día a día y nunca nunca ya pude ser igual ni tan bella.
El sapo contestó:
-Claro. cuando yo estaba aquí me comía las hormigas y por eso siempre eras la más bella del jardín
La rosa lo miró, y como una lágrima, su último pétalo cayo lentamente hacia la tierra…